Hace unos días Félix Baumgartner
desafió los límites del cuerpo humano saltando desde la estratosfera saliendo
ileso de semejante hazaña. Es desde luego un héroe para nosotros pues no está
prácticamente al alcance de nadie. Únicamente al de unos pocos elegidos.
Elegidos para la gloria, se podría decir. Y aunque desde luego es una gran
aportación al ser humano como especie, no hay que dejar de lado otras muchas.
Pequeños logros acuñados por héroes anónimos que en pos de mejorar la especie
nos deleitan con actuaciones soberbias, mal me pese que el resultado en
ocasiones no sea el esperado.
La entrada de hoy va
dedicada a uno de esos héroes anónimos que el pasado domingo me asombró de
forma pavorosa. Desde luego fue tan extraordinaria su actuación que es sin duda
alguna objeto de estudio de la trigonometría de la vida. Y así transcurrieron
los hechos:
Se acercaba la hora del
cierre y mi tarea era sencilla, cerrar la sala. Esto lleva un tiempo pero
tampoco es que sea erigir una pirámide piedra a piedra. Sin embargo puede verse
entorpecida por los clientes, que como siempre hacen las delicias del cierre.
Había cerrado ya los contenedores, o lo que es lo mismo, les había dado la
vuelta tras haberlos limpiado para evitar que se ensuciaran de nuevo. ¿Qué
parte no entendió el protagonista de esta aportación de ver el contenedor
puesto cara a la pared y teniendo un cubo de basura al lado? No lo sé, aún a
día de hoy no me lo explico.
Y es que es difícil hacer
lo que hizo. Se debe tener mucha determinación. Quizás, como he dicho antes,
envalentonado por la actuación de Félix decidió superar la barrera de lo lógico.
Y allá que se fue determinado a superar la barrera de lo desconocido. Mirando
fijamente su objetivo se encaminó hacia un destino incierto, los pasos eran
lentos pero firmes, la expectación evidente. Al poco y estando ya frente al
contenedor y viendo que no encontraba la
obertura por la que arrojar los restos se planteó sus posibilidades. ¿Qué debía
hacer? Por un lado el contenedor estaba cara a la pared ¿sería una señal? ¿Una
trampa quizás? Sí debía ser una trampa porque la presencia de otro cubo al lado
era demasiado sospechosa… Mientras yo lo observaba desde lejos con la
impasibilidad de quien ve que no puede hacer nada.
Iluminado por la palabra
del Señor o quizás por su imaginativa mente volvió a darle la vuelta al contenedor y vertió el contenido de una,
dos y hasta tres bandejas en su interior con un aire de triunfo posterior a la
resolución de un complicado problema. Y tras violar mi trabajo y arruinarlo,
como colofón final el inútil de colega volvió a darle la vuelta poniéndolo de
cara a la pared. ¡Muy bien campeón!
Sabéis, lo peor de todo
ya no es eso. La inutilidad en sí, si no la forma de presentarse. Su forma de
actuar. ¿Qué llevó al muchacho a recoger su mesa justo antes del cierre? Cuando
a las cinco de la tarde la hubiese dejado en la mesa y santas pascuas. Fácil,
la estupidez humana es oportuna. Quizás creyó que haría bien, estábamos
recogiendo y el sintió la obligación de colaborar. Probablemente fue eso. El
chico tenía buena voluntad por eso el ser humano es tan extraordinario. Extraordinariamente
inútil, pues aún pretendiendo ayudar es capaz de cagarla…
¡Hasta la próxima
catetos!