miércoles, 24 de octubre de 2012

Porque el hombre puede ser extraordinario. Extraordinariamente inútil



Hace unos días Félix Baumgartner desafió los límites del cuerpo humano saltando desde la estratosfera saliendo ileso de semejante hazaña. Es desde luego un héroe para nosotros pues no está prácticamente al alcance de nadie. Únicamente al de unos pocos elegidos. Elegidos para la gloria, se podría decir. Y aunque desde luego es una gran aportación al ser humano como especie, no hay que dejar de lado otras muchas. Pequeños logros acuñados por héroes anónimos que en pos de mejorar la especie nos deleitan con actuaciones soberbias, mal me pese que el resultado en ocasiones no sea el esperado.
La entrada de hoy va dedicada a uno de esos héroes anónimos que el pasado domingo me asombró de forma pavorosa. Desde luego fue tan extraordinaria su actuación que es sin duda alguna objeto de estudio de la trigonometría de la vida. Y así transcurrieron los hechos:
Se acercaba la hora del cierre y mi tarea era sencilla, cerrar la sala. Esto lleva un tiempo pero tampoco es que sea erigir una pirámide piedra a piedra. Sin embargo puede verse entorpecida por los clientes, que como siempre hacen las delicias del cierre. Había cerrado ya los contenedores, o lo que es lo mismo, les había dado la vuelta tras haberlos limpiado para evitar que se ensuciaran de nuevo. ¿Qué parte no entendió el protagonista de esta aportación de ver el contenedor puesto cara a la pared y teniendo un cubo de basura al lado? No lo sé, aún a día de hoy no me lo explico.
Y es que es difícil hacer lo que hizo. Se debe tener mucha determinación. Quizás, como he dicho antes, envalentonado por la actuación de Félix decidió superar la barrera de lo lógico. Y allá que se fue determinado a superar la barrera de lo desconocido. Mirando fijamente su objetivo se encaminó hacia un destino incierto, los pasos eran lentos pero firmes, la expectación evidente. Al poco y estando ya frente al contenedor y viendo  que no encontraba la obertura por la que arrojar los restos se planteó sus posibilidades. ¿Qué debía hacer? Por un lado el contenedor estaba cara a la pared ¿sería una señal? ¿Una trampa quizás? Sí debía ser una trampa porque la presencia de otro cubo al lado era demasiado sospechosa… Mientras yo lo observaba desde lejos con la impasibilidad de quien ve que no puede hacer nada.
Iluminado por la palabra del Señor o quizás por su imaginativa mente volvió a darle la vuelta  al contenedor y vertió el contenido de una, dos y hasta tres bandejas en su interior con un aire de triunfo posterior a la resolución de un complicado problema. Y tras violar mi trabajo y arruinarlo, como colofón final el inútil de colega volvió a darle la vuelta poniéndolo de cara a la pared. ¡Muy bien campeón!
Sabéis, lo peor de todo ya no es eso. La inutilidad en sí, si no la forma de presentarse. Su forma de actuar. ¿Qué llevó al muchacho a recoger su mesa justo antes del cierre? Cuando a las cinco de la tarde la hubiese dejado en la mesa y santas pascuas. Fácil, la estupidez humana es oportuna. Quizás creyó que haría bien, estábamos recogiendo y el sintió la obligación de colaborar. Probablemente fue eso. El chico tenía buena voluntad por eso el ser humano es tan extraordinario. Extraordinariamente inútil, pues aún pretendiendo ayudar es capaz de cagarla…

¡Hasta la próxima catetos!

martes, 23 de octubre de 2012

Trigonometría de la vida

Oficialmente se abre la nueva era de la Trigonometría de la vida.

Pero... ¿Qué es la Trigonometría de la vida? A priori podría pensarse que es un concepto complicado, por aquello de que la trigonometría nos recuerda a las matemáticas. Nada más lejos de la realidad. La trigonometria de la vida tiene como objeto el estudio de una parte de los triángulos rectángulos: los catetos. Y es que catetos, por suerte o desgracia, nos sobran. Pero no voy a hablar de catetos obviando algo elemental. Yo mismo soy un cateto. Aunque antes de hablar de ellos, entendamos mejor el objeto de estudio de esta trigonometría.

Los catetos pueblan nuestras ciudades, nuestros montes. Allá donde haya un ser humano hay un potencial cateto. Porque la idiotez y la inutilidad es de las cosas más democráticas que pueblan la faz de la Tierra. Todos pueden optar a ella, y creedme cuando os digo que recurrimos a su uso con una frecuencia que roza lo alarmante. Desde el más distinguido caballero o el más patán del lugar pasando por ese chico joven que se siente en la primera fila de clase callado y timido. Todo el mundo, repito puede sucumbir a esta fuerza. Da igual cuál sea tu defensa, lo mucho que pretendas evitarla acabará pasándote factura.

Pues bien, de eso mismo trata esta trigonometría.

Y como introducción creo que es suficiente. Nunca sabremos cuándo será la próxima entrada, pero tened algo por seguro. Siempre se podrá escribir una nueva entrada sobre la inutilidad, la patanería y la estupidez humana.

¡Hasta la próxima catetos!