martes, 9 de abril de 2013

El día de los chips rotos

Obviamente la tecnología y yo estamos abiertamente peleados, pues sus desplantes son constantes. Si la campaña del terror comenzó con un internet fugaz y cambiante, sus esfuerzo por desquiciarme lo justo como para molestarme pero no como para desesperarme se ha redoblado. Ataques relámpagos se intercalan con verdaderas "tormentas del desierto" despiadadas. Ejemplos de ellos los podemos encontrar a puñados en mi vida diaria. Quizás por separado poco tiene de interesante, pero tras una observación (por desgracia participante) detenida, la suma de todas las pequeñas afrentas se tornan en un verdadero desagravio a mi persona. La última de ellas no hace mucho antes de que empezara a escribir estas líneas.

No sé cómo se llama la película, tampoco me importa realmente. Pero entre el reparto de actores están Sharon Stone, James Wood o el propio Sylvester Stallone y me pica la curiosidad por ver cómo se maneja en esta película. Para hacerla más entretenida pretendo ponerla en versión original y activar los subtítulos, por aquello de no perder mucho el hilo... Sin embargo, como os mencionaba, ya sea la tecnología u otra fuerza sobrenatural, no he podido disfrutar de la melodiosa voz del propio Stallone. Nada más activarlos la película sufre un prolongado y dramático silencio de diálogos en los que se enfatiza quién es el malo, quién el bueno... En fin todos los roles posibles sin el menor atisbo de diálogo por mínimo que sea. Y claro ante semejante circunstancia, una ola de dudas recorre todo mi ser ¿funcionarán los subtítulos? ¿Acaso no he sabido ponerlos? ¿Están puestos o no? Dudas, preguntas sin respuesta. Al menos hasta que alguien diga esta boca es mía.

En otra ocasión, esta vez con el portátil como protagonista, quería ver un vídeo -lamentable, por cierto- y antes de reproducirse debía ver un anuncio. En un principio es todo normal y corriente ¿qué hay de extraño? Su vídeo comenzará al finalizar este anuncio o su vídeo comenzará en 20, 19... Nivea, de eso iba el anuncio. Además era de estos que no puedes saltarte a voluntad, has de verlo completo. Realmente no merece la pena ver casi un minuto de anuncio para luego ver 2 minutos de vídeo. Resulta una gran pérdida de tiempo, pero la curiosidad era mayor, la tontería mayúscula. Así pues ahí me tienes, esperando a que pase el minuto, observando detenidamente el contador. 3.. 2 ... 1 ¡Por fin empieza!

Mmm un coche...
La confusión inicial da paso a una furia incontrolable. Me ha mentido. No comienza el vídeo, en su lugar hay un nuevo anuncio. Esta vez de coches. Otro minuto de espera. Debe ser muy bueno el vídeo en cuestión si antes tiene dos anuncios. De nuevo la espera, no me interesa el coche son su tracción a las cuatro ruedas y su bajo consumo. El temporizador vuelve a rondar el 0. Y finalmente, en una espera distorsionada por la querencia más que sobrealimentada de ver el vídeo y que se había dilatado hasta los límites de la realidad, termina el anuncio para dar paso a...

¡BASTARDOS TODOS! ¡Un tercer anuncio! ¿Cómo pueden jugar así con la vida de las personas? ¿Dónde quedó el honor? ¿Por qué me mientes descarádamente? Tú, internet, que tantos momentos entrañables me has dado... Dejo el tercer anuncio en marcha. A la tercera va la vencida pienso. Sin embargo en vez de quedarme pasmado ante la pantalla me dirijo a la cocina a la espera de escuchar el comienzo del vídeo que originalmente deseaba ver. Mientras me preparo la merienda voy escuchando lo genial y magnífico que es Jazztel, sus propiedades, su baratura y hasta su sabrosura. Y de pronto la casa queda en silencio. Un silencio insondable, un silencio perturbador que indica lo peor. Algo no va bien. Me acerco sigilosamente y allí está la pantalla negra granulada con el terrorífico mensaje: -El vídeo no se ha podido reproducir-